Una noche
salí a comer al «Azteca» pero no estaba abierto. Así que tuve que regresar a mi
casa pensando qué iba a preparar para tranquilizar mi estómago. En eso pensaba
cuando me di cuenta que estaba a la entrada de otro de mis restaurantes
favoritos, porque estar allí es tener la impresión de estar en la propia orilla del Guadalajara.
Tuve que sonreír porque me encontré a una familiar con la que jamás me había
llevado bien. Ella con sospechosa amabilidad me invitó a su mesa. Confundida
por aquel inesperado ofrecimiento, dudé mucho antes de aceptar,
puesto que dicen que hasta el infierno está lleno de buenas voluntades.
Ana Karina González.
Colegio Académico de Buga. Grado 7-2
Un buen relato, con un efectivo final abierto.
ResponderBorrarEn el que desconfiar tiene sentido.
Saludos.
En efecto, a veces, viene bien desconfiar de las cosas correctas que se hacen por la razón equivocada. Saludos y gracias por tu comentario.
ResponderBorrarEn infierno, sin lugar a dudas, lo está.
ResponderBorrarSaludos,
J
Una amable invitación puede conducir al mismísimo averno.
ResponderBorrarEn el infierno estaremos mejor acompañados.
ResponderBorrarSaludos.
Dicen que por nuestros actos seremos juzgados. Nada de ideal tendrá ese lugar. Saludos.
BorrarSi intuición le advertía que no aceptará la invitación.
ResponderBorrarSaludos.
¡Hola Sara, qué gusto tenerte por aquí! Así parece ser la intuición: la suma de todas las experiencias. Saludos
ResponderBorrarLa intuición pocas veces se equivoca,cuando sentimos una cierta incomodidad es por algo.
ResponderBorrarAbrazos Guillermo
Será por eso que es la aliada de la razón. Abrazos para ti.
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