El cabello
torrencial y negro, era el rasgo más terrestre de Zaniah. Crux tenía algo
vegetal, era igual de longilíneo que un árbol, de mirada subterránea capaz de
esconder a la muerte, pero renacía cuando ella lo veía. A ambos los unía
la curiosidad que solo dos niños tienen al abrir cajones antiguos; esa era la
forma de encontrarse sus dos mundos.
Cuando
Zaniah intentaba ser humana desplegaba todos sus rubores sexuales, entonces las
palabras se volvían más visibles en su epidermis. Sin embargo, se le
dificultaba la ternura cuando quería besarlo. Era evidente que su especie había
perdido la noción del beso. Zaniah le pidió el aprendizaje de ese placer. Crux,
emocionado de poder ser útil a una habitante sideral, la besó. Ninguna palabra
afloró, aquellos suaves movimientos del labio inferior la instruían. Sin poderlo
evitar, la lengua del humano se extendió para acariciar la lengua de ella, fue
cuando aquel ser desapareció dejando miles de puntos luminosos.
El éxtasis no puede ser descripto de otra manera.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Es cierto maestro, sólo el latido al unísono del sexo y del corazón puede crear el éxtasis. Saludos.
BorrarTal parece, que el espíritu se mueve en un mundo extraño en el que coexisten la muerte y el placer. Un abrazo te dejo.
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