Él, bebe ensimismado la copa enardecida de brandy en la intimidad de su casa.
Afuera, y cerca de allí, una muchacha pasa junto a las deslumbrantes luces de neón que palpitan como su corazón. Las gotas de la noche comienzan a caer sobre sus negros cabellos, mientras sus senos se agitan por su sostenido andar.
Solo la brisa salta entre los edificios grisáceos de la ciudad.
A ambos, los recuerdos y las imágenes comunes les erizan la piel.
Larga vida a los recuerdos que erizan la piel. Y no sólo de miedo.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Brindo por eso.
ResponderBorrarSaludos
Leyéndote vi cine negro. Qué pena que haya sido un microrrelato, hubiera seguido leyendo con gusto.
ResponderBorrarUn abrazo
Esa mujer me ha dejado intrigada, medio perdido en la metrópolis. Si no es un recuerdo del que bebe para olvidar.
ResponderBorrarUn abrazo grande, desde el lado del abstemio.
Mi Albada del linda, ¿qué mujer no es un misterio o una intriga, como tú dices? Ambos padecen por lo que no fueron. Me encantó la idea de que bebe del recuerdo.
BorrarOtro abrazo desde éstas tierras acrisoladas.
Ambos están perdidos, les une un pasado que no se atreven a compartir.
ResponderBorrarUn abrazo.
Cierto. Es una forma miserable de no reconocerse en el otro.
BorrarUn abrazo Alfred, bajo el crisol de los acontecimientos.
La noticia es que te gustó al hacer una lectura paralela entre lo 'visual' y lo conceptual. Tú podrías ampliar la historia y darme un buen ejemplo de cine negro.
ResponderBorrarUn abrazo y gracias.
Por fuera y por dentro recuerdos..... Saludos mexicanos Guillermo.
ResponderBorrarSi vivimos llenos de recuerdos; con ellos nos vestimos y nos desvestimos, según el caso.
BorrarGracias y abrazos.