Con la sonrisa cruel de quien se burla de nuestra credulidad, Renato se ciñó un cordón filiforme a la cintura. Antes de que pudiéramos reaccionar, se lanzó al vacío. Con un estruendo, se desplomó sobre la mesa. Cuando corrimos a auxiliarlo, solo encontramos gritos e insultos. Luchaba sin control contra quienes intentábamos ayudarlo, negándose a ser desamarrado.
Pero, al ver el rastro de dolor en nuestros rostros, su propia sonrisa se desvaneció. Él mismo aflojó el nudo y se desplomó en el suelo. Un hilo de baba le colgaba desde el punto de unión de los labios.
Al incorporarse, vimos su rostro pálido y unos ojos que no eran los suyos, sino los de la verdadera víctima. Con un nudo apretado, un hombre ahorcado colgaba de la viga. Era la imagen de la soledad y la culpa.
Sorprendente, un juego macabro, entre víctima de si mismo y sus salvadores.
ResponderBorrarSaludos.
Con lo macabro se evita la vida. Gracias y saludos.
ResponderBorrar¿La culpa de estar solo o la soledad del culpable?
ResponderBorrarSaludos,
J.
En cualquiera de los casos un grillete invisible ata al pasado y condena a la inmovilidad. Saludos.
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